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Durante el duro invierno islandés, los patos eider viven mar adentro, flotando sobre aguas glaciares y alimentándose para ganar fuerzas. El clima extremo de esta tierra remota y agreste, modelada por vientos helados y largas noches, desencadena en la hembra una respuesta biológica única. Bajo su plumaje desarrolla una capa adicional de plumón, un aislante natural que la protege del frío y repele la humedad. Esta capa no se arranca ni se extrae por la fuerza. Cuando llega la primavera y regresa al nido, un cambio hormonal hace que el plumón se desprenda de forma natural del pecho para asegurar el contacto directo entre su cuerpo y los huevos, transfiriendo su calor a la siguiente generación.


Los criadores de eider, conocidos localmente como guardianes de la costa, preparan con cuidado las zonas de anidación, despejando senderos y cercando áreas seguras. Durante la temporada de cría, protegen a los eiders de los depredadores y a menudo vigilan los nidos día y noche. Cuando los polluelos eclosionan y parten hacia el mar, el plumón, ya innecesario, se recoge suavemente a mano. Las aves permanecen tranquilas, a menudo presentes durante la recolección, prueba del profundo vínculo entre especies. Este proceso es totalmente libre de crueldad: sin estrés, sin daño, sin interferencia. Solo armonía.


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El plumón de eider es una maravilla natural. Sus filamentos microscópicos entrelazados le permiten agruparse con facilidad, creando un relleno extraordinariamente ligero, altamente transpirable, naturalmente repelente al agua e insuperable en aislamiento. Cada kilogramo de plumón limpio procede de 60 a 80 nidos, y solo se recolectan alrededor de 3.000 kilogramos al año, lo que lo convierte en uno de los materiales más exclusivos del mundo.


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